miércoles, 8 de octubre de 2008

Las marchas de los Mexicanos

Visto Fríamente
Por Luis Flores

Las marchas de los Mexicanos

En México se viven tiempos muy difíciles, los hechos de violencia y la proliferación de las bandas de delincuencia organizada acechan terriblemente a la sociedad.
Es un hecho real e irrefutable. En esto creo que estaríamos todos de acuerdo.
El secuestro del hijo del empresario Alejandro Marti ha creado un nivel de indignación, pero sobre todo de gran preocupación entre un sector de la sociedad que no había sido blanco de la delincuencia organizada -al menos no con la gravedad que se ha vivido en el pasado reciente –. ¡Ahora si se metieron con quien no deberían, ahora si afectaron a los hombres que pueden poner en jaque al presidente!
La carta publica del ex banquero Alfredo Harp -uno de los hombres de negocios mas poderosos e influyentes de México- ha venido a ser el detonador de una reacción social que esta poniendo al gobierno de Calderón en una encrucijada , metafóricamente hablando los tambores se escuchan por doquier.
Alfredo Harp le acababa de pagar varias decenas de millones de dólares a Alejandro Marti por la adquisición de sus negocios.
Para Harp el secuestro del muchacho es un asunto muy cercano, Marti es su amigo. En una negociación de este tipo –como lo es la adquisición de una compañía- en el cual las cosas llegan a feliz término las partes suelen estrechar lazos de amistad. Así se entiende la reacción de indignación Harp.
Yo no se si el Sr. Harp se habrá enterado de otros secuestros, extorsiones y asesinatos que han ocurrido a lo largo y ancho del territorio Mexicano, o si se habrá dado cuenta de la escalada de terror que atemoriza al norte de México desde hace meses, pero si en realidad se dio cuenta, me pregunto si habrá sentido la misma indignación con la que se expreso en su carta publica.
Paradójicamente hace algunos meses caminado por el centro de Toronto presencie una manifestación en un parque público frente al consulado de China, donde estudiantes Canadienses –blanquitos, morenitos y también negritos- todos gritaban con rabia y desesperación que detuvieran la matanza de monjes tibetanos.
Yo confieso que llegue a pensar en lo absurdo de reclamar algo que no les afectaba directamente, y me preguntaba como es que sentían tanta compasión y empatia por los monjes, pero sobre todo me sorprendió ver la rabia con que reclamaban una injusticia que estaba ocurriendo a decenas de miles de kilómetros de sus problemas cotidianos, y que no tenia en realidad ninguna repercusión en su entorno diario.
¡Locos!, pensé.Hoy me pregunto ¿en realidad estarán locos?
Las declaraciones de Harp se pueden también ver desde otra óptica, y espero que alguno de mis tres lectores comparta mi preocupación.
Me doy cuenta que la ignorancia y la falta de valores civiles de la sociedad mexicana no respetan condición socioeconómica.
Pienso también en las marchas que se llevan a cabo en diferentes ciudades de México y me hago preguntas.
¿Serán efectivas? ¿En realidad servirán de algo? ¿Orando y marchando se despertaran las conciencias de los maleantes, o de los policías, o del gobierno o de nosotros mismos?
Las marchas constituyen un fenómeno social interesante en México.
Pienso ahora en las miles de marchas y plantones que se han llevado a cabo en la ciudad de México: de maestros, de agricultores y ganaderos, de ejidatarios, de partidos políticos, de empleados, de amas de casa, de estudiantes, etc.
Marchas por causas que aparentemente algunas eran justas, otras eran injustas, otras absurdas, algunas autenticas, otras de puros acarreados, de gente desnuda, de miles de personas y de solo algunos cientos.
Recuerdo también las voces de indignación por la forma que detenían el tráfico y la forma en que se atropellaban los derechos de los demás, de los que posiblemente viajaban por esas calles en un BMW y no protestaban.
Me pregunto si serán esas mismas voces las que marcharan ahora contra la violencia.
Me pregunto si ahora habrá otros que piensen que estos están locos, o que atropellan sus derechos. luis.flores@rbc.com

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